Tras el terremot en Haití, todo el mundo civilizado* se ha solidarizado con este pequeño país, uno de los más pobres del mundo. Donaciones económicas, aviones con alimentos, material sanitario e incluso el ofrecimiento, como el de Extremadura, de acoger a niños huérfanos.
Vaya por delante que, a pesar de lo que pensábamos muchos, el nivel de destrucción, esta vez, no tiene tanto que ver con el de pobreza. Lo explica muy bien José Rodríguez, donde nos dice que la energía del terremoto fue equivalente a la de 25 bombas atómicas.
Ahora, además, han surgido ciertos grupos que piden la condonación de la deuda para Haití. Y me parece bien. Pero no sólo para Haití. Muchos son los países que viven lastrados en los interéses de deudas que nunca podrán pagar. Y al final, de nada sirve que dediquemos algunos millones al desarrollo de estos países con una mano, mientras con la otra les pedimos que nos paguen lo nuestro. Estas decisiones no deben tomarse de catástrofe en catástrofe. Si queremos demostrar que nos creemos de verdad lo de construir un mundo justo, debemos hacer algo más que ayudar en situaciones dramáticas.
Y a todo esto, Vic demuestra la enorme hipocresía de estos que nos hacemos llamar civilizados. Nos dan mucha penita los negritos que se mueren por la tele, pero por aquí, por mi barrio, que no se acerquen…
Simplemente lamentable.
*Léase en tono peyorativo