¿Por qué fútbol?

Días como hoy, ajenos e ilusionados miramos a los ojos de la gente. Nos cruzamos en las calles, en el autobús, en el trabajo. Algo brilla en los ojos. Quizá sea una lágrima que no quiso llegar a salir. Quizá sea el reflejo de unos focos en un balón que surcaba el aire…

Nos miramos y muchos nos preguntamos «¿por qué fútbol?». Podríamos buscar una explicación más o menos racional. Al fin y al cabo el fútbol es diferente de todos los otros deportes. Es el único donde el balón se juega con el pie. Vale que también en rugby o fútbol americano le dan patadas, pero no es lo mismo. Primero porque es algo ocasional (como los saques de banda) y segundo porque no hay técnica, no hay clase, no hay cariño. Piensen en el tenis, en el hockey, en el baloncesto, balonmano… Otra explicación podría ser la facilidad para jugarlo. Desde pequeños nos ha bastado unas marcas en la pared o unas mochilas para hacer de portería y el balón podría ser incluso el papel de aluminio que envolvía nuestras meriendas. Así, poco a poco, ha ido atravesando nuestra piel hasta tocarnos el alma. Y una vez ahí estamos tocados para siempre. Inevitable.

Y sin embargo, después de todo, el fútbol nos une por encima de ideologías, de crisis, de salarios… Los que hacemos o nos interesamos por la política deberíamos dejar el reproche fácil: «todos esos que se unen por el fútbol ya se podrían unir por defender sus derechos» y aprender la lección: Nos podemos unir por un objetivo común. Quizá la respuesta sea, como dice Punset para la educación, llevar la imaginación y la diversión. La letra con sangre entra ya no vale (quizá nunca sirvió de mucho) así como seguramente ya no valgan los gritos desgarrados de los mítines. Ese es el reto.

Foto de as.com

Pero, volviendo al inicio: «¿por qué fútbol?» Seguramente porque se trata, al final, de algo primario. No, no hablo de testosterona. Hace tiempo descubrimos que los cojones no ganan partidos. Hablo de algo mucho más primario: la fe. La fe con la que se  golpea una balón, incluso este Jabulani de efectos tan extraños. Da igual como. Uno sabe que con esa fe acabará entre las redes, en la gloria. La fe, por ejemplo, con la que saltó Puyol para meternos en la primera final de un Mundial. Dicen que la fe es cosa de dioses. Seguramente algún niño esta noche haya soñado en que estos chicos de La Roja son el Olimpo.

Y allí estaremos, en la final, con nuestros recuerdos de balones de papel de aluminio y las banderas en los balcones y el corazón en un puño.

4 comentarios

  1. Yo iría aún más allá, ¿y por qué no, el fútbol?.

    Durante los últimos días los españoles, mayoritariamente, que de todo hay en la viña del señor, nos hemos sentido más felicies cuando nuestro equipo iba superando adversidades, nos hemos sentido dichososo de ganar a Portugal, de superar a Paraguay y ayer nos volvimos locos de alegría porque el enemigo era grande, la Alemania de la Merkel, esa que nos pisotea en los mercados todos los días con sus malas artes y también le derrotamos.

    Qué malo puede ser para un país que sus gentes se vuelvan locas de alegría, que griten, que salten, que lloren y se abrace, acaso eso perjudica nuestra economía, merma nuestra capacidad para salir de la crisis, todo lo contrario, en estos momentos en que el miedo y el pesimismo es el lastre más grande que tiene España para despegar, cualquier inyección de optimismo, es bienvenida.

    ¡Gracias, España, por hacernos soñar!

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  3. Que cierto es, amigo mío, que algo tiene el fútbol que no tienen ni Nadal, ni Gasol ni Fernando Alonso, por citar otros 3 deportes de éxito en este país.

    En SobreviviRRHHé! también reflexionamos hoy sobre el porqué el fútbol mueve estas masas (ayer minuot de oro con +17millones de personas) y cómo necesitamos una conexión con deportes de éxito para evadirnos de nuestros problemas.

    Un saludo,

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