#retoecija nº8

A mediados del año pasado descubrí un sitio maravillo donde comer. Por lo que descubrí, se trataba de una antigua fábrica reconvertida en centro comercial. Algunos detalles de la maquinaria aún se conservaban a modo de recuerdo y decoración. El sitio, no sé muy bien el motivo, me gustó desde el primer día. Además, contaba con una veintena de locales donde poder comer muy bien y bastante barato.

Poco a poco me fui acostumbrando a sus luces, sus ritmos propios, su hilo musical, sus gentes… Allí conocí a un señor que trabajó en la antigua fábrica. «¿Sabes, hijo? Hace 35 años que no salgo de estas paredes. Cuando cerró la fábrica me quedé en la calle, sin dinero para pagar la hipoteca ni nada. Así que se me ocurrió quedarme aquí. Como no quería que me descubriesen, al principio salía a hacer algunas compras, algunos trapicheos, algún que otro… bueno, tu ya me entiendes. Lo justo para vivir. Pero luego me las apañaba para que me trajesen la comida aquí. Con la reforma, conseguí volver a trabajar. Pero estaba cómodo aquí, así que me contrataron también para vigilar por la noche. Ahora ayudo un poco a todo el mundo, y todo el mundo me ayuda un poco a mi para tener algo que echarme a la boca…»

Reto Écija nº8
#8

También allí conocí a un chicho joven, del este, al que yo llamaba Paco por un cierto parecido que le veía con un tío mío y por lo impronunciable de su nombre. Paco era una estrella en su país «Incluso salí varias veces en la tele». Era un genio de la música. Capaz de tocar el piano, el violín y la guitarra, había estudiado música desde los 4 años. «Pero mi país está muy mal. Gano más dinero aquí tocando en la puerta o en el metro que en mi país saliendo por la tele»

Allí, entre esas paredes de ladrillo que tiempo atrás vieron el sudor de tantos hombres, entre las historias de aquel señor, entre las melodías de Paco, entre las miradas de una camarera a la que siempre le ponía buena cara aunque me trajese el café demasiado caliente… allí yo aprendí a vivir.

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