Pasan los días y poco a poco uno va asimilando lo que pasó el domingo. Las piernas ya van pareciéndose a unas piernas y la cabeza empieza a darse cuenta que ya no hay que pensar para el 22 de abril. Y es que han sido muchos meses en los que el único criterio de casi todo lo que hacía (entrenamientos, carreras, alimentación…) se basaba en si me iba a ayudar o perjudicar de cara al maratón.
Supongo que no es fácil cumplir sueños… Por lo que he leído, es muy habitual tener una pequeña «depresión» postmaratón. ¿Y ahora qué? Ya conozco a alguno que ha dicho que ya, hasta aquí. Que no vuelve a correr un maratón. Que esto es algo que hay que hacer UNA vez en la vida. ¿Y yo? Pues de momento toca pensar en el triatlón de Calella. Queda un mes y hay que seguir entrenando, comprarse el mono, reservar el hotel… Ahora mismo no puedo pararme a pensar en demasiado más. Pero…
Pero no puedo negar que he estado mirando las fechas de los maratones de otoño/invierno. Valencia, Bilbao, San Sebastián o Lisboa son buenos candidatos. ¿Correré alguno de ellos? A saber… Quizá me concentre en ganar velocidad durante el invierno, o quizá en buscar mejorar la marca de 10.000 o de media… Aún no lo sé. Sólo sé que esto no se para.
¡Bien hecho! A ver si en alguna te paso y te saludo. 😛