Viejas costumbres

Hace poco, en un curso que estoy realizando, hacíamos un pequeño simulacro de campaña electoral. En concreto, estábamos en pre-campaña. El caso es que la compañera que hablaba para las masas cometió el error de pedir el voto. Ya sabemos que, como marca la ley, el voto solo se puede pedir dentro de la campaña. En caso contrario estaríamos cometiendo un delito. Si podemos, por el contrario, pedir «apoyo». Algo que, como todo el mundo entiende, es muy diferente. Seguramente ningún ciudadano, por inteligente que sea, se piensa que el político que le pide su apoyo está en realidad diciéndole que lo que quiere es que le vote, ¿verdad?

El pasado fin de semana, con las elecciones catalanas de por medio, pensaba en otra vieja costumbre (con rango de ley, eso sí) de que el último día antes de la votación sea una jornada de reflexión. A estas alturas y con el bombardeo (en el sentido beligerante de la palabra) informativo al que nos vemos acosados diariamente ¿es necesario reflexionar un único día para decidir nuestro voto? Es más, ¿el hecho de no ver mítines en directo (que sí los del día anterior, o el resumen de campaña) nos ayuda de alguna manera a nuestra decisión?

En fin, estas son solo viejas costumbres que en algún momento tuvieron sentido pero que ya no aportan nada a una nueva democracia que no se basará en cambiar estas pequeñas cosas, pero que sí debería hacerlo.

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