Lo que (me) pasa

Confieso que vivo en una eterna contradicción. Tengo la mala costumbre de leer los periódicos todos los días,  al menos el tiempo suficiente hasta que acabo cabreado como un idiota y cierro la pestaña (no, no compro papel nunca. Ya tengo todos los pijamas y cuchillos que necesito). Por tanto, soy plenamente consciente de las burradas que los inútiles que viernes tras viernes destruyen (un poco más*) nuestro país (y ese otro que está ahí arriba en una esquina, como dijo Pep) cometen y ladran. Y soy plenamente consciente, porque lo vivo de cerca, de las necesidades que pasa mucha gente, de esas redes cada día más agotadas que les sustentan, de las cuentas para llegar a día 15 sin pedir permiso ni dinero, del tormento de la incertidumbre…

Y justamente por eso mismo, porque soy plenamente consciente de lo que sufren unos, vivo aterrado viendo como el jueves pasado me recorrí 6 restaurantes (no eran de lujo, pero tampoco fast food) porque las colas en todos ellos salían a la calle muchos metros. O cómo el mismo día en que sale a la venta un teléfono que no hace nada nuevo y que cuesta un Salario Mínimo Interprofesional se agota. O cómo se llenan las carreteras todos los puentes, con sus gasolinas por las nubes y sus maletas huyendo de la ciudad. No lo entiendo…

Y, por si no tuviéramos bastante, uno se ve en un terreno de nadie, con ganas de decirles a unos que es un tontería usar determinado lenguaje y no controlar quien se junta en tus manifestaciones (yo siempre he tratado de decidir mis compañías y creo que no me ha ido mal) mientras que los otros me dan una mezcla de rabia, pena y aroma a naftalina. A veces es complicado explicar a la gente que no siempre que hay un malo el de delante es Bueno100%® y viceversa. Disney ha hecho demasiado daño en nuestras argumentaciones. Y a veces hay que callar, para no acabar pensando que estás loco, o solo, que es parecido.

 

*Hoy no le toca recibir palos al PSOE. Pero os doy ese gusto a todos.

Un comentario

  1. Casi completamente de acuerdo (es decir, siempre hay matices).
    Llega un momento en que uno no entiende muy bien de qué va la película, y se hace muy difícil ver la línea de lo aceptable, lo asumible, lo inevitable, el mal menor… (discusiones sobre las manifestaciones, ¿dónde está la raya de lo que tenemos que tragar, lo que tenemos que aguantar como ciudadanos de bien?; porque igual cuando la veamos ya resulta que la habíamos dejado muy atrás).

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