Como muchos de los habituales de este espacio sabrán, soy militante socialista. Bueno, militante es un decir. Lo fui. A día de hoy sólo pago mi cuota. De eso ya he hablado alguna vez. Lo que no sé si saben por aquí es que durante tres años y medio he trabajado en UGT Madrid. De hecho, puedo decir que “he sido UGT Madrid en las redes”, o lo que me han dejado. Mi trabajo, del que me marché por una mezcla entre una mala situación (acabábamos de vivir un ERE), desacuerdos personales y políticos con una oportunidad de un trabajo con mayor calidad de vida (aunque menor sueldo, que no todo es dinero en esta vida), consistía en llevar la imagen del sindicato en las redes sociales, dentro del plan global de comunicación (que dicho así suena muy bien, pero eramos cuatro personas que hacíamos lo que podíamos). Conste en acta también que cuando abandoné mi trabajo pedí mi baja del sindicato. El motivo fue escuchar al entonces “mi secretario general” decir que de esta situación habría que salir trabajando más y ganando menos. Creo que os sonará ese discurso.
Antes de la anterior huelga general ya comenté allí (y nadie me escuchó) que la estrategia no era la acertada. En una situación de crisis, al gobierno una huelga general no le hace daño, porque hay mucha gente que no se la puede permitir. Podemos hablar de que son unos vendidos, unos anticompañeros o lo que queramos. Pero, literalmente, hay gente que sin el día de huelga no puede llegar a fin de mes. En ese momento propuse que se hicieran grandes manifestaciones los fines de semana, porque ahí sí que se puede sumar todo el mundo que quiera. De hecho, esto se empezó a hacer después y se ha visto que esas manifestaciones han sido un éxito (no, no las hicieron porque yo lo dijese, que ya digo que nadie me hizo caso).
¿Supone esto que no creo en la huelga? Para nada. La huelga es un derecho y una herramienta. Y como todas las herramientas, hay que usarlas en el momento y lugar apropiado. De hecho, mi propuesta también hablaba de hacer huelgas indefinidas en aquellas empresas que manifiestamente maltrataran al trabajador o hicieran ERE´s especialmente duros. Es decir, focalizar las acciones en aquellas empresas que hacían lo que nos parece mal, no atacar a todas por igual.
Actualmente trabajo en una empresa mediana. Una de esas miles de pymes que son el 80 o 90% de nuestro tejido industrial. Somos poco más de 30 trabajadores. Cobramos puntualmente, sueldos decentes. Tenemos nuestras medidas de seguridad, nuestros reconocimientos médicos y no hay más presión que la propia de sacar adelante los pedidos. ¿Por qué tendría entonces que hacerle una huelga a mi jefe? Él ya tiene la posibilidad de echarme o de pagarme menos y no lo hace. ¿Debo hacer una huelga preventiva contra él? Ya llevamos unos años en crisis como para saber de qué pie cojea cada uno… ¿De verdad si hago huelga estoy jodiendo a Rajoy o a mi jefe, el que me paga a final de mes? Sinceramente, creo que más al segundo que al primero.
Las huelgas no son un fin en sí mismas. El éxito de una huelga es conseguir algo, un cambio, una mejora… una promesa al menos. Yo no voy a conseguir nada de eso de mi jefe. Mi jefe ni apoya ni se lucra gracias a estos recortes. No puedo, ni debo hacer una huelga que sí que le afectará a él. La lucha de clases no es contra todos los empresarios. Es, o debe ser, contra aquellos que se creen por encima de los trabajadores, que abusan de ellos, que les maltratan de alguna forma.
Vayamos entonces a manifestarnos frente al Congreso, o la Moncloa, o la sede de la CEOE. Hagamos huelgas en aquellas empresas que se lo merezcan. Pero no metamos a todos los empresarios en el mismo saco. Ahora mismo ellos, con los partidos de izquierda olvidados en cada elección y con los sindicatos en un momento de baja valoración, son de las pocas cosas que nos quedan a los trabajadores para tener alguna pequeña esperanza en este país.
Bonus extra: hice huelga en en el 2002, a Aznar. En aquel famoso 20-J de la ruin manipulación de Urdaci y el posterior Ce Ce O O. Tenía un pequeño trabajo de verano, pero me sumé. Eran otros tiempos y otras circunstancias. Si hoy estuviéramos en aquel momento quizá también la haría, no lo sé. No hice huelga a Zapatero porque estuve dos meses de baja por una enfermedad, pero la habría hecho igual que hice la primera a Rajoy: porque iba en mi puesto hacerla. Y que conste que para un sindicato, paradójicamente, no hay día de mayor trabajo que una huelga. Empalmé una jornada con otra de casi 24 horas sin apenas dormir, tratando de hacer mi trabajo lo mejor que podía y sabía.